Pasos Perdidos
Los cien días (edición de bolsillo)
Traductor: Carmen Gauger
Idioma original: Alemán
Páginas: 288
2016
ISBN: 978-84-944769-1-4
PVP: 10,90 €
Formato: Bolsillo

Los cien días (edición de bolsillo)

Joseph Roth

Roth, que es el gran novelista del ocaso del Imperio austrohúngaro, en Los cien días recrea el final de otro imperio. Los cien días comienza con el regreso de Napoleón de su exilio en la isla de Elba, cuando llega a Francia rodeado del fervor popular, y finaliza en Waterloo.
 
Antes de su derrota el emperador es asaltado por el desánimo y la duda. Sabe que los vítores de la multitud van dirigidos a la imagen de un Napoleón que ya no existe. Y es a esa imagen a la que Angelina une su suerte ciegamente. Durante la novela se entrecruzan los destinos de ambos, del general victorioso que ha cambiado la Historia y del personaje anónimo que es arrastrado por ella. 
 
«Me interesa ese pobre Napoleón –escribió Roth–. Se trata de transformarlo: un dios que se convierte en hombre, mostrarlo en el único período de su vida en que es “hombre” y desgraciado. Quería convertir a un grande en un humilde. Es la primera vez en la historia moderna en que aparece con toda claridad».

Joseph Roth
Joseph Roth

Joseph Roth nació en 1894 en Brody, principado de Galitzia-Volinia, por entonces en el Imperio autrohúngaro y hoy en Ucrania, y murió en Paris en 1939.

De familia judia acomodada estudió literatura y filosofía en Viena, se alistó voluntario durante la Gran Guerra y desde 1923 viajó por toda Europa como corresponsal del periódico Frankfurter Zeitung. Finalmente, huyendo del nazismo, se exilió en Paris. Enfermo y alcoholizado, murió allí poco antes del inicio de la segunda guerra mundial.

Escribió en alemán diecinueve novelas (La marcha Radetzky, Izquierda y derecha, Job, Tarabas, El peso falso o La leyenda del santo bebedor), libros de cuentos, artículos, reportajes y ensayos. Testigo del hundimiento del Imperio de los Habsburgo y del comienzo de una época que llevaría a una nueva diáspora y al genocidio del pueblo judio, es considerado uno de los grandes escritores del siglo XX.


Notas de prensa
El correo gallego - 22/08/2017
Una novela de Joseph Roth, la mitad anímica de Stefan Zweig, sobre la figura/mito de Napoleón
Por

Joseph Roth fue uno de los tipos más raros que dió el siglo XX. En Ostende 1936, el verano de la amistad, el jefe del Frankfurter Allgemeine Zeitung (a la sazón, el mejor suplemento semanal del mundo), Volker Weidermann, nos cuenta largo y tendido sobre dos asuntos: lo que supuso esa ciudad flamenca en ese momento exacto para los exiliados de cierto nivel intelectual, y sobre la íntima amistad entre Stefan Zweig y el raro Joseph Roth. Ese libro es interesantísimo, y les convendría a ustedes en tanto en cuanto es un retrato panorámico de la grandeza y la lucidez. Pues bien. Esa amistad se fortalece día a día entre los dos gigantes de las letras. Los dos escriben habitualmente juntos, en un café, donde son observados por sus respectivas amantes (la de Zweig, su propia secretaria; la de Roth, una alemana, la única no judía del grupo allí en Ostende, pero que ha tenido que desaparecer de Alemania porque sus libros han sido prohibidos por los nazis, fundamentalmente por ser feminista radical). Se critican, se corrigen, y –y aquí viene lo bueno–, se intercambian incluso textos. Es exactamente ahí adonde queríamos ir a parar. Los cien días, editado ahora por Pasos Perdidos, trata sobre la vuelta de Napoleón del exilio de Elba. Ha dejado de ser un Dios, nos dice Roth. El autor quiere retratarlo ahí, humanizado, analizando el pensamiento del personaje que fue uno de los grandes ídolos de masas de todos los tiempos, arquetipo de héroe grandioso, admirado, por ejemplo, por Ludwig Van Beethoven, que le dedica su Tercera Sinfonía, y cuya dedicatoria destroza (en la partitura original) en cuanto se autoproclama Emperador. Es una vuelta a la tierra del dios. Es un ser derrotado, finiquitado para sí mismo, aunque no para las masas que siguen vitoreándolo. Algo que el corso observa y piensa: ese al que alaban no soy yo. Ya no. Pues bien: eso es Los cien días. Pero, ¿no les suena de algo el tema? Naturalmente. Es Napoleón, precisamente, otro de los protagonistas de Momentos estelares de la Humanidad, de Zweig. Los dos libros han sido gestados en paralelo por los dos geniales amigos... 

 

 

 

Infolibre - 02/03/2013
Los cien días de Napoleón, 77 años después
Por Antonio G. Maldonado

No han sido cien días, sino 77 años los que ha tardado en editarse en España Los cien días, de Joseph Roth (Brody, 1894 – París, 1939). Hubo una edición en los años 70 en Argentina en la editorial Siglo XXI, actualmente descatalogada, y que necesitaba de una nueva traducción y edición, como la que saca al mercado esta semana la editorial Pasos Perdidos. Sorprende que Acantilado, su editorial en España, haya dejado pasar este libro. 

Escrito por Roth apenas tres años antes de morirse, Los cien díases una dramatización del retorno de Napoleón a Parísdesde su exilio en la isla de Elba en marzo de 1815, de su regreso al poder, de sus dudas existenciales y políticas, de sus fracasos militares (Waterloo, sobre todo), y de su derrota definitiva en junio de 1815, cuando se produce la segunda restauración de Luis XVIII como rey de Francia

Aparecen personajes conocidos en el entorno de Napoleón, como un atribulado Benjamin Constant que se deja embaucar por las promesas liberales y constitucionalistas del emperador. Pero Roth no realiza un panegírico de figuras históricas, sino que los confronta con personajes anónimos, esos que idolatran al militar corso y que vitorean a un Napoleón que ya no existe. Es el caso de Angelina, que une su suerte al emperador retornado ciegamente. Los destinos de ambos se cruzan: el del general victorioso que ha cambiado la Historia y el del personaje anónimo que es arrastrado por ella. 

Bajar del pedestal a Napoleón

El propio Roth diría que su intención no fue otra que bajar del pedestal a Napoleón y “transformarlo: un dios que se convierte en hombre, mostrarlo en el único período de su vida en que es “hombre” y desgraciado. Quería convertir un grande en un humilde. Es la primera vez en la historia moderna en que aparece con toda claridad.” 

Coincide esta edición en España con una nueva reivindicación del general en el país galo, donde en 2005, y con el mismo título que la obra de Roth, el exprimer ministro francés Dominique de Villepin publicó su libro sobre Napoleón, de quien es público admirador y experto. Además, el historiador británico Anthony Beevor ha anunciado que su próxima obra, tras su libro sobre la II Guerra Mundial, también será sobre el emperador corso. Veremos si se acerca más a la humanización de Roth o a la hagiografía de Villepin. 

Diario de Sevilla - 02/03/2012
Un espectro europeo
Por Manuel Gregorio González

Los cien días hace referencia al periodo que va desde la fuga de Napoleón de la isla de Elba hasta su embarque en la fragata inglesa Bellerophon, camino de Santa Elena, tras su derrota definitiva en Waterloo. Es decir, se aborda en esta novela, inédita en español, el intervalo que media entre el regreso triunfal del Gran Corso, desde el mar de Liguria, y su confinamiento en mitad del Atlántico tras la victoria de la Coalición en la campiña belga. Se da la circunstancia, simbólica en cierto modo, de que Belerofonte fue el héroe mitológico que domó a Pegaso, el caballo alado. Y por otra parte, ya señalamos en estas páginas, a cuenta del Napoleón de Dumas, la ingente bibliografía que suscitó la figura del Sire, desde el temprano elogio de Stendhal, nunca finalizado, hasta el tardío Suspense de Conrad (1924) y este crepuscular homenaje, en apariencia convencional, que Joseph Roth firma en 1936. 


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Von Cziffra, en El santo bebedor, retrata a un Roth nostálgico y beligerante, de inocua marcialidad, cuando evoca, ya en el exilio de París, el esplendor caído del imperio austrohúngaro. La marcha Radetzky, su obra más celebre, no es sino la minuciosa crónica de aquel proceso, cuyo fin hace coincidir con la muerte del emperador Francisco José. Antes, sin embargo, en Izquierda y derecha, Roth ha glosado el multitudinario auge, la inopinada militarización que trae el nazismo a las calles de Berlín.¿Qué hay, pues, de continuidad, de coherencia, de estrecha familiaridad con sus libros anteriores en Los cien días? Como en La marcha Radetzky, este esbozo novelado de Bonaparte es la crónica de la disolución de un mundo; como en Izquierda y derecha, como en la saga de los Trotta, se trata del poder, de su influjo, de su seducción hipnótica, articulado como un personalismo: Hitler, Francisco José, el Gran Corso. No en vano, tanto en La marcha Radetzky como en Los cien días, la importancia que adquieren los retratos resulta determinante. Recordemos que el imperio austro-húngaro que fabula Roth viene hilvanado secretamente por las efigies del emperador, presentes en cada uno de los hogares del viejo territorio imperial (el propio Trotta imita a Francisco José I con unos caudalosos bigotes). En cuanto a Napoleón, es la propia figura del Sire, centuplicada en óleos y grabados, la que anticipa y acrece su fama por toda Europa, haciéndose omnipresente en la imaginación de sus súbditos. Con esto quiere decirse que la de Roth es una literatura sobre el poder; pero un poder que se despliega figurativamente, imaginativamente, como una sutil fantasmagoría, y no por el ejercicio directo de la acción política. 
 

Antes señalábamos que Los cien días es una novela convencional sólo en apariencia. Y ello por la estructura con la que está resuelta. El paralelismo entre una sirvienta afecta al Sire y la propia vida del Emperador, (o sea, las Vidas paralelas de Plutarco), es un recurso utilizado en abundancia desde la Antigüedad pagana. No obstante, este destino común está al servicio de una lectura, hasta cierto punto, insólita. Si el XIX imaginó la Historia acaudillada por un hombre impar, por el genio resolutivo, expresado como una voluntad sobrehumana (así la postularon, al menos, los jóvenes airados del Sturm und Drang), el Napoleón de Roth, como la modesta criada que le sigue, vienen determinados ya por una instancia ajena a ambos. Aquí, Bonaparte se reconoce como instrumento de unas fuerzas que ignora, como trémulo peón de una voluntad remota. Estas fuerzas, sin embargo, no son en ningún caso las propias de una divinidad que actúa en las sombras. La modernidad de Roth, de su Napoleón, es aquélla de reconocerse como un producto histórico. Vale decir, como un prominente hijo de su tiempo. Antes de embarcar en elBellerophon, camino de la muerte, Napoleón sabe cumplido su destino. Y tampoco desconoce su frágil condición de meteoro, deslumbrante y fugaz, en una hora del mundo. En cierto modo, el Bonaparte de Roth se mira desde un más allá que lo abarca, lo explica y lo destruye. 


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El País - 03/02/2012
Cuatro días en Europa
Por Fernando Savater

Prefiero Los cien días (Pasos Perdidos), del gran Joseph Roth, indagación genial y conmovedora del final del imperio napoleónico.

Babelia - 02/02/2012
Los cien días
Por L. F. Moreno Claros

Inédita en castellano, esta emotiva novela del austrohúngaro Joseph Roth (1894-1939) perseguía, en palabras de su autor, transformar a un dios en humano. El dios es Napoleón Bonaparte, y la transformación sucede en sus últimos cien días de gobierno, desde marzo de 1815, cuando regresa de la isla de Elba, hasta que, tras Waterloo, abdica en julio del mismo año y se entrega a los ingleses. Roth Ia publicó en 1936, en el exilio. Malvivía en París escribiendo como un poseso y gracias a la magnánima ayuda de su amigo Stefan Zweig. En homenaje a este parecen concebidas las primeras escenas y esa soberbia entrevista de Napoleón con el correoso Fouché. Pero Roth marca con firmeza su propio camino: magistral es el estudio psicológico de Napoleón y magistrales son los ambientes apenas esbozados de los palacios y las calles de París. Original el desarrollo del relato, plagado de sorpresas y avatares.

EI melancólico declive de Napoleón recuerda a la decadencia del imperio austrohúngaro y a su caduco emperador Francisco José en La marcha Radetzky, la novela emblemática de Roth. Los cien días es más humilde, aunque perfecta en su mesura y obra de arte de plena madurez. Como contrapeso a la imponente figura de Napoleón, sublime hasta en su ocaso, desmesurado y vehemente, Roth recrea a la vez la arrebatada existencia de Angelina Pietri, una humilde lavandera de Ajaccio en la corte del emperador corso; su ciego amor por Napoleón bien puede ser un símbolo del hechizo que ejercía sobre sus súbditos. Admirándolo como el que más, Roth vio cómo aquel dios aclamado y temido por millones se enfrentaba a su propia fragilidad en la grandeza; cómo sentía el pálpito de su condición humana y mortal aun siendo todavía el más temible de los señores del mundo. Excelente novela y soberbia primera traducción castellana.


 
Pasos Perdidos 2011
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